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ellas_2022_01_21

8 21.01.2022 CAFÉ CON TECLAS ELLAS.pa [email protected] @cafeconteclas AY, TE DEJO MADRID SHAKIRA NI SABE… SARITA ESSES L acolumnadeestasemanaeschis- tosa, pero no da risa. Después de pasear en España por una sema- na, recorrer los caminos de Cer- vantes, saludar los molinos del Quijote, y escribir nuestras pro- piasaventuras,voyacontarlessobreloúni- co que no planeé: nuestro rendez vous al cuarto de urgencias del Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Pero pri- mero,contexto. Gabriel tiene una obsesión con los sou- venirs. Antes de llegar a una atracción tu- rística, ya ha preguntado cuatro veces si habráunatiendaderegalosalasalida.Pero entenderánqueparaunniñocomoél, al vi- sitar todos lospueblosmedievalesquehay en España, la pluma ordinaria que usual- mente compraría de recuerdo no iba a ser suficiente. Así fue como le compré una cu- chillamedievalenToledo,quesibienesuna reproducción,resultónosertaninofensiva. Cuento corto: durante la cena de despedi- da, la noche antes de nuestro vuelo de re- greso a Panamá, Gabriel de pronto se vol- teaymedice: "Mami, ¡mecorté".Nomeha- bía percatado de que había salido armado del hotel y, a manera de entretenimiento, estaba tratando de perforar su mascarilla con la punta, cuando se le resbaló de una manoyrebanóundedoen laotra. Llanto, caos, amenazas de que se iba a desmayar, fue lo que sucedió a continua- ción. Apenas vi la herida, supe que iba a ne- cesitar puntos. Preguntamos cuál era el hospitalmáscercanoypedimosunUber. En losminutos que duró el viaje, tuve la oportunidad de presenciar el amplio es- pectro de emociones humanas. Shock, enojo, miedo, terror, confusión, desampa- ro, frustración. No lo culpo; creo que en su mente el niño pensó: A. Que iba a desan- grarse, B. Que perdería un dedo, C. Todas lasanteriores. El conductornosdejóenUrgencias, pe- rocuandomeacerquéalmostradordeAd- misiones, me indicaron que, por tener 11 años,Gabrieldebíairalhospitalpediátrico. Esto es lo primero que quiero resaltar: el civismodelaspersonasconquienesmeto- péesanoche. Unamujer, que presenció nuestro apu- ro, dejó por unos minutos a su madre an- ciana, en sillade ruedas, para acompañar- noshastaafuerae indicarnosel camino. Ya en el lugar correcto, me surgió otro problema. El servicio de roaming de una compañíadetelefoníaque,cuandomáslos necesito, nuncaestáconMigo,metenía in- comunicada. Le pregunté a otra señora, quienestabaen lasaladeesperacon suneneherido, simepodíaprestardesu hotspot , y no solo me dijo que sí, sino que medejósucelularmientraspasabaa lasa- ladetrauma. Lesdigoquemi celularesco- mo el apéndice: aunque no lo use ni lo ne- cesite,estápegadoamíentodomomento. Mi eterno aprecio para esta señora desco- nocida. Cabe mencionar que su niño de dos años, conlafrenteabierta,eramásestoico queGabriel,aquientuvieronquesentaren unasilladeruedasporquesecortóeldedo. Flojo. ¿Peroquiénsoyyoparacriticar?Cuan- do finalmenteGabriel sedejótocaryaten- der, a la que tuvieron que acostar en la ca- milla, fueamí. Al parecer, ver sangre, lidiar con un niño al borde de la histeria, y llevar en todomomentounamascarillaqueodio ynomedejarespirar,mebaja lapresión.

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