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ellas_2021_09_24

37 24.09.2021 EL BRAZO DE MAMÁ… Y UN PADRENUESTRO A SAN CRISTÓBAL JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA E s gracioso como ciertas costumbres se arraigan al punto de sentirse casi co- mo una herencia genética capaz de pasar a genera- ciones futuras como los ojos celes- tes y el cabello negro. Son aquellas que a fuerza de repetirse se vuelven automáticas y aunque ya no sean necesarias se siguen ejecutando. Por ejemplo, mis primeras me- morias de andar en carro, mucho antes del advenimiento de los cintu- ronesdeseguridad,de lassillaspara bebé y de los bucket seats –ajá, esa época existióydurómuchomás que la actual– me llevan de un lugar a otro en unos carros enormes a los cuales llamábamos “lanchones”. El chófer manejaba desde un largo asiento que iba de ventana a venta- na. En ese sitio tan amplio cabían dosotreschiquillosentrepapá–que manejaba–ymamáquemanejaba la radio. Eran los puestos más pelea- dos en la geografía del auto. Más adelante, algunas camione- tas traían un tercer asiento en el baúl y éste miraba hacia atrás. Us- tedes diránque eso eramedio raro y sí lo era, mas no si el novio venía en un carro detrás y uno podía embe- lesarsemirándolo todo el camino. Bien, dejemos a los novios y vol- vamos a la edad primera. Cuando viajábamos solo con lamamá en ese casi “sofá” cabíamos hasta 4 o 5 pe- laítos. Ocurría que ocasionalmente lamamámetíaun frenazo. Larazón, igual que hoy, podía ser cualquier cosa, un taxi que se aventaba sin ha- cer el alto, un niño que cruzaba la calle sinmirar para ambos lados, un perro, unapelota, loquemásrabia le dé. Ante el evento, la mamá con ra- pidez inaudita estiraba su brazo de- recho hasta amarrar por la cintura hasta el último pasajero que llevara adelante. Créanme eracomouncin- turón de seguridad de losmejores y, en más de una ocasión, evitó que la prole dejara la dentadura en el ta- blero. Me tocó ser parte de la gene- ración de las madres que aplicó esa técnica. Afortunadamente, llegaron las si- llas para bebé, se volvió indispensa- ble colocarlas enel asiento trasero y además losautosperdieronel asien- to largo. ¿Sabenqué?Todavía cuan- do freno repentinamente mi brazo se estira hacia la derecha sin que yo tenga conciencia del movimiento. Ahora lo único que sostengo es mi bolso y evito el desastre que sería que la media vida que llevo ahí den- tro quede regada en el auto. Para al- go sirve la reacción automática. Y ya que he salido a pasear, tengo que mencionarles la costumbre de mi abuela Mami Loli, que al igual que el “brazo de mamá” ( bautizado así internacionalmente), se repetía al iniciar un viaje. ¡Ojo! Viaje era cualquier traslado más allá del su- permercado o la panadería. Íbamos para el interior y venía la instruc- ción “recen un padrenuestro a San Cristóbal”; igual ocurría si el viaje era en avión o en barco. Sospecho que si el viaje era en aviónmi abuela rezaba un rosario entero. Ella ini- ciaba santiguándosemientras daba la instrucción y la imitábamos. ¿Qué les puedo decir?Hasta el sol de hoy, inicio mis viajes santiguán- dome y rezando un padrenuestro a San Cristóbal. No importa si es al otro lado del Puente de las Améri- cas odel océanoAtlántico. Enmi ca- so, como ya dije al inicio, sonmemo- rias genéticas. “ Todavía cuando freno repentinamente mi brazo se estira hacia la derecha sin que yo tenga conciencia del movimiento. ” ELLAS ENTRE NOS Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected] DEL DIARIO DE MAMÁ

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