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35 13.08.2021 INDECISIÓN JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA E ntre los… no sé… ¿cuatro? y dieciocho años tuve el pelo largo. Larguísimo realmente. Eran los días esos de los hippies yde los cor- donesdecueroenlafrenteydel caracol (aka tubi-tubi) porque las melenas tenían que ser cholas, cholas. Quizás, porqueuno era jovenynada importaba, ni siquieracalorsesentíaenestatierratro- pical que apodamos Panamá. Pero pasan los años y uno cambia de opinión y, su- pongo yo, que eso de graduarse de secundaria posaba una encrucijada vital que requería de cambios drás- ticosyfueasí comoeldíadespuésderecibirmidiploma fui y me corté el pelo cortito, cortito. No les repito el cuento, pues ya lo he compartido en otras ocasiones y en realidad no viene al caso, excepto, quizás porque a diferencia del título de esta pieza, ese día yo no tuve indecisiónalguna.Sabíaexactamente loquequería, fui y lo conseguí. Ustedes saben también que soy enemiga de los sa- lones de belleza por aquello de que los olores me dan alergia y una vez que mi nariz se activa es un lío apa- garla. Por esta razón el patrón era visitarlosmás ome- nos una vez cada cuatro o cincomeses y solo el tiempo suficiente para un corte y salir volada. Pero como Dios es bueno para todo, hasta para las cosas inútiles, undía el peluquero a quien visitaba oca- sionalmente y siempre de apuro cuando amanecía con el feo alborotado cambió su metodología y empezó a visitar a sus clientes en casa. Eso me hizo súper feliz puestoqueapartirdeesemomentonoteníaque luchar contra los sprays decabelloni losaromasde lostintesni ninguna de las otras cosas que viven flotando en los ambientes salonesbelleciles . Y entonces, cuando estaba yo en la cima de la fe- licidad, llega la dichosa pandemia y nos aleja de todas nuestras rutinas. Se imaginan que, si no salimos, mu- cho menos entra alguien, que por asuntos laborales, debe peregrinar entre casas. Y así, entre un closet que arreglé y otro que me está esperando, entre un libro que leí yotroquesiguea lamitad, entreunarestregada del piso de la cocina y sábados de CookingWith Bita , el pelo fue creciendo. Y aunque no ha llegado a estar como el deRapunzel, corto no está. Se imaginan que esto trajo a mi vida una confusión total. Llevaba por lo menos diez años de no peinarme, literalmente. Blower ¿qué es eso y cómo se come? ¿Ce- pillos…dóndeandan? ¡Manosa lacabeza, caritadesus- to! ¿Y, ahora qué achemo? ¡Cola de caballo! Siempre resuelve. Pero, no tengo ligas. Afortunadamente ese era un pequeñísimo problema que podía resolverse con un deliribi . Ahora, estoy frente a la indecisión una que, hones- tamente, me parece muy fútil de qué hacer con esta cabellera. Amanezco cada día como la Cucarachita Mandinga analizando las opciones. Ya sé, ya sé, no son ni muchas ni muy complicadas, pero como tengo tan- tos años de no ocuparme de este tema, la cabeza seme ha hecho unmacarrón. Además, para que se rían, les voy a contar algo. Mi marido lleva como treinta años diciéndome que por qué no me dejo crecer el pelo. ¡Ajá! Esa suele ser una cantaleta masculina. Yo lo ignoro porque, honesta- mente, la apariencia personal es para complacerse a uno mismo y no al resto del mundo. Entonces, ahora que tengo el pelo largo relativamente, porque no tiene todavía largohippie, amaneceundíadiciendo“megus- tabamás tu pelo corto”. ¡Plop! ´Vamo a dejálo ahí´. “ Ahora, estoy frente a la indecisión una que, honestamente, me parece muy fútil de qué hacer con esta cabellera. ” DEL DIARIO DE MAMÁ ELLAS ENTRE NOS Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected]

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