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39 25.06.2021 CUANDO COMO MANGO VERDE JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA de mango de mi abuela Mami Loli. Es que los mangos vuelven amí con frecuencia. Omás bienme traen imá- genes de vivencias que no quiero que seme olviden. Noquieroquesemeolvideningunade lascosasbue- nasquedisfrutábamosen laciudaddePanamácuando solíasermásamablede loqueeshoyendía. Esaciudad me gustabamucho, la de ahora, no tanto. Es hostil. Yel interior, ni se diga. Eso sí era el paraíso y ni las malas carreterasni los flats ni nadanosparecía impedimento para emprender aventuras del otro lado del puente. Llegar a esos campos donde el campesino paname- ñovivíacomosucorazónledictabaeraunaexperiencia irrepetible. Casitas sembradas por aquí y por allá, con su característico olor a humo, donde siempre un alma generosa estaba dispuesta a compartir la última taza decaféquedormíasobreel fogónde leñaounpanecillo que vivía envuelto en un pedacito de tela viejo. La ha- maca raída, la mecedora patuleca, todo nos parecía maravilloso, pero nada competía con las caras marca- das por el sol, ni las manos llenas de callos, ni las so- nrisas desdentadas de los habitantes de aquellos rin- cones. Extraño aquel país como extraño los mangos de a real y las naranjas de undólar el ciento. Extraño el aire limpioquenos llegabadelmarcuandosuorillanohabía sido poblada por rascacielos, extraño caminar por el barrio y que la señora de la tienda se sepami nombre y el de mis hermanos y me hacen falta los gritos del ca- rretillero que recogía botellas y del señor que vendía pan de dulce desde un canasto que llevaba sobre una toalla que se enrollaba en la cabeza. En resumidas cuentas, anocheme senté frente a un platónconpepasdemangoverde.Laschupétodashas- ta que nos les quedó el más mínimo vestigio de pulpa; fue una cena frugal, lo reconozco, pero miren todo lo que vino con ella. “ Es que los mangos vuelven a mí con frecuencia. Omás bien me traen imágenes de vivencias que no quiero que se me olviden. ” ELLAS ENTRE NOS Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected] DEL DIARI A noche cenémango verde con sal. Más bien mechupé laspepasquehabíanquedadode cuandopelamos aquellasdecenasparaha- cer el chutney que puse en el Instagramde @2amigascocineraspty . ¿Por qué no? Esta- ba muy enredada con trabajo, no tenía ganas de en- cender la estufa ni el horno de microondas, es más, ni siquiera tenía ganas de ensuciar un plato. Entonces cuando en el fondo de una de las tablillas de la refri vi el recipiente donde había colocado un grupito de pepas me pregunté: “¿por qué no?” Una montañita de sal y ya. No necesité más nada. Quienesme conocen, de la vida real y de estas páginas de la RevistaEllas , sabenqueamoelmango. Se loshe contadomuchas veces. He conversado con ustedes de losmangos que llevábamos al colegio para comer en el recreo, y cuando el hambre apretaba debajo de la tapa del escritorio en media clase de Estudios Sociales; también he compartido con ustedes nuestras aventu- ras de cosecha en plena ciudad capital y hasta del palo

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