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28 12.03.2021 MAESTRA DE PREESCOLAR María Gabriela Rodríguez María Gabriela Rodríguez es una educadora paname- ña que se dedica a la docencia desde hace 13 años. Ha sido maestra de preescolar, teacher de primaria, y profesora de español y bellas artes en grados de se- cundaria. Tiene 33 tatuajes. Sus brazos están adornados con di- seños que aluden a la naturaleza y sus criaturas. Ha trabajado en centros educativos particulares en la ciudad de Panamá y en el interior del país. Las experiencias de una maestra tatuada son distintas según la región de Panamá donde trabaje, explica. Te- nía seis años de ser docente la primera vez que en la escuela donde laboraba se dieron cuenta de que tenía tatuajes, aunque solo tenía uno grande y no tantos co- mo ahora. Se enteraron porque un papá la vio en el parque con sus hijos. "La directora me llamó para pre- guntarme si era verdad que tenía un tatuaje. Le dije que no uno, sino varios" Su jefa le pidió que se los ta- para. Cuando trabajaba en la ciudad los cubría con prendas que le taparan los brazos y las piernas. "En la ciudad no creo que exista una escuela que permita que un docente muestre sus tatuajes. En el interior es distinto quizás porque casi todos los estudiantes son extran- jeros. Acá tanto maestros como acudientes están ta- tuados, incluso hasta en el cuello. En la ciudad tam- bién pero hay que esconderlo". Enseña desde hace algunos años en escuelas del in- terior. Al principio seguía trabajando con camisas de manga larga. "Pero me rebelé. Tenía que cuidar los re- creos al mediodía, abrigada y en la playa. Hablé con mi jefa y le pedí que permitiera quitarme el abrigo. Acep- tó. Fui la primera que salió a mostrarlos, otros siguie- ron". Al enterarse que la maestra de una de sus hijas tenía tatuajes, una mamá pidió una reunión. Le dijo a la di- rectora que no permitiría que una mujer como María Gabriela, tatuada, le diera clases a sus hijos. Eventual- mente, la maestra dejó de trabajar en ese colegio. Un día sonó su teléfono y era esa mamá. Le pedía que le diera tutoría a sus hijas porque desde que se fue de la escuela, el aprendizaje no había sido el mismo. "Tuve la relación más linda con esa señora, fui tutora de sus hijas por años, pero tuvo que tragarse sus palabras. Puso en duda mi capacidad como educadora solo por mis tatuajes". La maestra, que ahora dirige el programa de tutorías en línea Aba the learning lab, piensa que hay que edu- car sin prejuicios y creer en las capacidades propias. "Cuando he ido a entrevistas de trabajo, voy para que- darme con el puesto. Me encargo de que lo último que te preocupe, sean mis tatuajes". Al principio, cuando los padres de los estudiantes que atiende en línea la ven, se sorprenden con su aparien- cia "Pero luego se dan cuenta que sus hijos están aprendiendo, que la metodología que trabajo funciona y que se están logrando los objetivos". María Gabriela cuenta que nunca ha recibido críticas negativas de sus tatuajes por parte de sus estudiantes. ELLAS ENTRE NOS EN FOCO

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