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32 15.01.2021 ELLAS ENTRE NOS Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected] DEL DIARIO DE MAMÁ LA PERFECCIÓN DE LO IMPERFECTO JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA E n general, mi esposo y yo tenemos gustos diferentesenloqueapelículasserefierey por eso hay ratos en que “nos divorcia- mos” y cadauno se sienta frente aunapa- rato distinto. Ocasionalmente, uno de los dos se resigna a ver loque el otroha escogido. Así, el otro día escogí yo la película, pero en un momento dado me puse a buscar algo en el celular. Un poco comocuandoregresábamosdel cineymimamános ponía a buscar en la Enciclopedia Británica cual- quier duda que hubiese quedado en el ambiente. Automáticamente me dijo “no estás poniendo atención”. Yo contesté “claro que sí”. Ese comen- tariome recordó los disgustos que se llevabami pa- pá cuandome encontraba estudiando con la radio y latelevisiónencendidassimultáneamente.Y, yaque estaba en rebeldía, me vi en aquellas noches en que mi vida discurría de “baile en baile” (típico) porque el trabajo de mi marido así lo requería. Y, allí, entre losacordeones, losviolines, el galillodealgunoscan- tantes, el calor, los gritos de los asistentes y la in- cesante arenga del locutor yo viajaba a otra dimen- sión en la cual podía observar con detenimiento lo queocurríaami alrededorconunaespeciedevisión de 360°. Una servilleta y un bolígrafo prestado me permitían retener desde los olores hasta el caminar inestable de algunos. Era magia pura. Ya saben co- mo es, no me han dado olfato ni oído para cantar, pero sí ojos para ver, mirar, observar. Lo que me lleva al 3 de enero de este recién es- trenadoaño. Estábamosmi esposoyyoescuchando misa por televisión yme llamó la atención que, a los lados del altar, había dos pinos. Sencillos sin ador- nos, opuestos completamente ensuaparienciaa los que acostumbramos a ver en los últimos años. No eran perfectos, no habían sido podados a lo largo de suexistencia.Muchasdesusramassuperioreseran más largas que las de abajo y todas disparejas; las puntas como lápices pelados mirando hacia arriba. Quedé extasiada. Se parecían más a los que conocí en mi infancia, aquellos que correteábamos por los parques de la ciudad, luchado por encontrar uno que tuviera “menoshuecos” oque éstos sepudieran “poner hacia atrás”. Eranperfectamente imperfec- tos yme parecieron di-vi-nos. Ya íbamospor el Credoyyo seguíaadmirando los dichosos árboles. Con la vista fija en ellos visitaron mi mente montones de las divinas imperfecciones que hay en el mundo. Pensé en las personas con dis- capacidades, de quienes tanto aprendemos, y en las casitas de quincha de nuestra campiña y en las flo- res silvestres que crecen como les da la gana y no se dejan domesticar por nada ni por nadie. Pensé en el señor de la nariz grande que cuenta los mejores chistes del mundo y en la madre/abuela de las ma- nos ásperas de tanto pilar arroz. Pensé en la familia que tanto quiero y que llena espacios vitales con sus fallas, quesonmuchas, ytambiénenmisamigosyen la gente que no conozco, pero que forma demi vida. Yseguíarezando, porquenoesque leperdí el hilo a lamisa,mientras frente amis ojos seguía el desfile de todas las cosas imperfectas que amo y que, cada una a sumanera, lucha por sermejor. Porque de eso se trata: de aspirar a sermejor sindespreciar loque somos. “ Automáticamente me dijo “no estás poniendo atención”. Yo contesté “claro que sí. ”

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