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45 16.10.2020 DEL DIARIO DE MAMÁ NADA QUE PIQUE NI PUYE ¡OUCH! JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA E n juniode 1973, unpardedíasdespuésdemi graduación de secundaria, pasé por un sa- loncito de belleza que quedaba cerca de la escuela enOrange, California, y le dije al pe- luquero: “amárrame una cola y córtame el pelo corto, corto”. El salón se llamabaStacey’sFactory y el peluquero Dan. ¿Por qué me acuerdo de estas co- sas?No tengo lamás remota idea. La cola estuvo guar- dada de recuerdo por siglos. Llevabayomuchosaños conel pelo largo. Era lamo- da, yparamibuenasuerte, la“cholera”ibademaravilla con la moda hippie de cabellos chorreados, ocasional- menteadornadosconuncordóndecuerosobre la fren- te, o sencillamente atados en una cola de caballo. Por aquellos días, uno había descubiertomontones de tru- cos para lucir comomandaba lamoda. Aquellas con el pelo un poquito más rebelde vivían en “caracol o tu- bi-tubi” o como sea que quieran llamar a la técnica de enrollar la moña sobre la cabeza, ocasionalmente con un rollo gigante en la coronilla que sirviera de guía. Desde aquella fecha no he vuelto a tener el pelo lar- go. En una que otra ocasión quizás me llegó al cuello, pero han sido pocas y distanciadas. No tengo que con- tarles que estamos enpandemia, que uno no sale ame- nos que sea por urgencia notoria y, por supuesto, así comounono sale, nadie entraa lacasa, ergo…el pelova creciendo. Y yo, bueno, aquí pacientemente tratando demantenerlo a raya. Podría cortármelo yomisma co- mo he hecho alguna vez pero nome ha llegado esa ins- piración todavía. Decidí probar mantenerlo fuera de la cara usando vinchas, pero ya saben que no todas las vinchas han sido creadas iguales y yo ya no estoy para dolores de cabeza por puro gusto. Finalmente encontré un mo- delo perfecto. Tiene dientes así es que recoge bien el pelo y no se entierra por ningún lado. Deleitándome con la comodidad del artefacto, me vinieron a lamente los sufrimientos que padecimos en la infancia y juven- tud y, que gracias a Dios, han sido erradicados como la viruela. En primer lugar y sin competencia alguna la “en- gañadora”, crinolina, o como quieran llamarle, era pie- za indispensablepara lasniñasa finalesde loscincuen- ta y principios de los sesenta. Aquellos trajecitos cor- tos debían estar completamente horizontales y la úni- ca formaeracolocandodebajounaodosdeestas cosas que siempre, siempre, siempre apretaban horrible en la cintura. Cuando finalmente te la podías quitar había un camino rojo que dividía el cuerpo en dos y que ini- cialmente ardía, luego picaba y bueno, nome quiero ni acordar. Elotrodíaminietamecomentóquehabíahechouna camisa tie-dye y que, aunque no tenía ligas de verdad, había resueltocon ligasdepelo. Jajajajaja…. Sepodrán imaginar que recordé que cuando nosotros hacíamos las susodichas piezas de vestir las ligas de caucho eran las ligas de pelo. ¡Qué tirones cuando uno se las iba a quitar! Seperdíabuenapartede la cabelleraquehabía tenido a bien enredarse terriblemente. Y ni hablar de queantesdequeseusaraelásticopara jugar ligachina, la liga se armaba uniendo… adivinaron… ligas de cau- choque,comopodránimaginarhacíanlasvecesdeme- canismo depilador para los vellos de las piernas. ¡Ou- ch! Agradezco no haber sufrido los tacones de aguja, pues en mi juventud o andaba uno encutarrado, o con zapatos que no sacrificaban la comodidad por belleza. Y, cuandovolvieron, teníayoedadpararebelarmecon- tra ellos. ¡Nada que pique, puye ni se entierre! “ El otro día mi nieta me comentó que había hecho una camisa tie-dye y en vez de ligas de caucho, había usado las de pelo. En mis tiempos las ligas de caucho eran las de pelo. ” ELLAS ESPECIAL ROSA Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected]

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