ellas_2022_04_08

8 8.04.2022 CAFÉ CON TECLAS ELLAS.pa [email protected] @cafeconteclas SARITA ESSES EL KNAFEH UN CUENTO CORTO. E sta es una historia de segundas oportunidades. De gula y arrepentimiento. El añopasado, enmi clubde lectura, discutimosel libro The MidnightLibrary.Laprotagonista, unachicaabrumadaporunaexistencia llena de arrepentimientos y la constante interrogante de cómo hubiera sido todo de haber tomado decisiones diferentes, resuelve acabar consuvida. Al intentarlo, apareceenuna biblioteca con infinitos libros. Cada uno le muestraqué,quiényadóndehubierallegado dehaber elegidocadaunode losmillonesde caminosalternos. Ese ha sido uno de los libros que más me ha gustado a lo largo de mi afiliación en Las BookiesBookClub. Cuando llegó el momento de hacer la discusión del mismo, una de las Bookies sugirió que, para hacer el intercambio más entretenido,cadaunamencionaraunacosadelaque searrepentía. Las respuestas fueron variopintas. Unas contestaron no haber terminado la carrera universitaria, otrasdijeronnohaberestudiado otra carrera por completo, no tener más hijos, no trabajar en otra cosa, no trabajar menos, noviajarmás. Y luego llegómi turno de responder. Para todos los desaciertos que puedo haber hechoyoenmi vida, el quemás recuerdoymás memolesta, eseste: Corríaelaño2018.FuiaRusiaparaelMundial,yamiretorno,pasamosunosdíasenTurquía. Erauna tardegloriosa, lacafeteríaal borde del río Kizilirmak estaba abarrotada. El aroma a agua de rosas flotaba en el aire, cuandoelmeseroaterrizóel knafeh frentea mí. Les describo lo que es un knafeh. Es un pastel hecho con fideos delgaditos, aplastados y tostados, relleno conmantequilla y un queso elástico similar al mozzarella, que se cocina a fuego lento y luego se le vierte encimaunalmíbar delicioso, y se leespolvorea pistachomolido. Ah, y si quieres ser unpoco extra, como yo, lo pides con helado encima. Soncomosietemil calorías, perovalen lapenacadaunadeellas. Pero ese día, no lo vi de esa manera. Me comí la mitad, y aunque me cabía el resto, escuché a mi conciencia, que me gritaba “¡vasaengordar!”. Era el último día del viaje, y en retrospectiva,mediopostreno ibaahacer ningunadiferenciaen todas las transgresionesquehabía cometido hasta ese momento. Pero el knafeh a medio comer quedó despreciado sobre lamesa. Ydeesomearrepientoyo. EnPanamá se pueden encontrar buenos knafehs, ¿pero cuándo iba yo a regresar a Turquía para comerel auténticoyoriginal? Imperdonable. Hasta la semana pasada, en que en una calle de Yaffo, Israel, me topé de frente con otro.Esedíanoteníanihambre,peropedíun knafeh. Yestavez,me locomí todo.

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