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26 11.02.2022 ELLAS ENTRE NOS Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected] DEL DIARIO DE MAMÁ MATERILE, RILE, RÓN JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA Es lunes y vengo de pasar un fin de semana conmis nietos enEl Valle deAntón, destino que siempre, siempre, siempre, me ha hecho feliz, incluso cuandome regala interminables chaparrones en los meses de invierno. Porque, honestamente, no importa si a uno le gusta caminar a la deriva o inspeccionar las últimas creaciones “no panameñas” en el mercado o bicicletear o echarse en una hamaca a ver pa’l techo o darse un chapuzón en algún río, chorro o quebrada o montar a caballo; el caso es que hay una especie demagia en aquel cráter que hace que todo ofrezca una enorme sensación de bienestar. Enmi caso, debo reconocerque cadapasoviene con un recuerdo tan preciso como las letras en una hoja de papel o los trazos del pintor sobre un lienzo. Todo está perfectamente grabado y no hay detalle que se haya perdido. Con aquellos recuerdos llega la nostalgia por loque yano encontramos, junto con la alegríade loque persiste. Pero el tema de hoy no es El Valle así es que mejor será queme encarrile rápido porque ya llevo gastadas casi la mitad de las palabras permitidas para este espacio. Resulta que una de mis nietas me cuenta que para una de las actividades de su “veranito” debe investigar sobre los juegos infantiles “de los tiempos de antes”. ¡QUEEEEEEÉÉÉÉÉ! ¿Muerto, quieres misa? Hubouna explosiónenmi cerebroquenadapodía contener. No sé por qué, pero casi siempre cuando viajo a los viejos patios escolares, calles sin salida o jardines, siempre Materile llega de primerito. Seguido a pocos pasos por Tiquibol. El primero, quizás porque podía participar un grupo grande y el segundo porque sí. No éramos muchos en el grupo así es que tuvimos que buscar la forma de adaptar las rutinas a cuatro o cinco personas. No se alcanzan a imaginar cómo gocé conmis tres “piojines”. Materile les fascinó pues aproveché para compartir los viejos oficios, llámese chupahueso y demás rarezas lo cual les daba muchísima risa, pero loquemás lesgustabaeradecir “eseoficiono me gusta”. Nos hicieron días fantásticos de verano y el jardín, bien podadito como estaba, resultó perfecto para investigar qué estaba haciendo el lobo o dónde iba la pobrecojarelufrí, relufrá.Jugamoselpañuelosinasignar números a los corredores pues con solo uno de cada lado se dificultaba la cosa y con Maisú, Maisú, Maisú lavamos ventanas e hicimos otros oficios. A pesar de que solo había una pelota y era grande logré hacer una corta demostración de cómo pasar la pierna y demás por encima cantando el “eleri one, two, three, eleri four ”… Nosvisitó latíaMonicá(tildepuestaallí apropósito) con su sombrero y el resto del atuendo dispuestos todos a bailar como locos. Dejamos pasar a un rey y atrapamos al hijo del conde “con sus ojitos de mosquito y sus orejas de torreja”. No saltamos soga.No teníamosunaamano, la tropa era de corta edad, por una parte, y de larga edad por otra así es que ni me esforcé en conseguir una. No estabamuy segura de que luego de huir del lobo por todo el patio me hubiera sido posible entrar y salir de una sogaenmovimientoymuchomenossacarmanos,piernas y otras partes del cuerpo mientras mis piernas continuabanalejándoseyacercándoseal suelo.Esaactividad será para otro “veranito”. “Una de mis nietas me contó que para su “veranito”debe investigar sobre los juegos de los tiempos de antes.”

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