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35 19.11.2021 PORFA, PORFA, PORFA… QUEREMOS IR A LA ESCUELA JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA N o tengo que contarles que en esta familia nos hemosportadomuybien durante lapandemia.No sacamos salvoconduc- tos “de mentirita”, ni nos escapa- mos en días que no tocaba; hasta el sol de hoy somos súper estrictos conel usode lamascarilla, tanto en interiores como en exteriores, no deambulamos innecesariamente por los comercios de la localidad pues, a fin de cuentas, si ya apren- dimos cómo se pide a domicilio, le podemos dar el ejemplo al Presi gastandomenoscombustibleyque nos traigan las cosas a la casa. Ni hablar de la vacunación, a la cual asistimos puntualmente tres ve- ces. Bueno los abuelos hemos reci- bido tres dosis, los jóvenes, las dos que les han tocado. En todo este panorama pienso que fueron los niños probablemen- tequienesmás sufrieronpuespara ellos es muy difícil comprender es- to de que “no pueden estar con sus amigos” o que la escuela es virtual, así como todas las otras vueltas quebiensabemos huboquedarpa- ra que no se les olvidara absoluta- mente todo lo que llevaban apren- dido en sus cortas vidas. Han transcurrido veinte meses desdeque sedecretó lapandemiay con ella el “encierro”. En esos vein- te meses el grueso de la población estudiantil no ha puesto un pie en susescuelas.Yomerascolacabeza, porquehastadonde recuerdo, a los maestros y profesores los “cola- ron” en la fila de vacunación nacio- nalpasándolosporencimadeotros grupos poblacionales que mostra- ban, incluso, niveles más altos de riesgo. Pero bueno, el que tiene co- rona, tiene corona. Lo que me pre- gunto es si no será obligatorio que quien tiene corona asuma sus fun- ciones de “rey” y trabaje. Hace un par de meses, cuando dos de mis nietos tuvieron la enor- me suerte de poder empezar a ir a su colegio una o dos veces por se- mana, alternando con el sistema virtual con el que habían trabajado hasta el momento, sintieron una emoción muy grande, grandísima. Lescuentoque ladesegundogrado me llamó solo para contarme con su voz de felicidad absoluta que empezaría a ir a la escuela “semi- presencial”. Si les digo que visitar DisneyWorld no le habría causado una alegría mayor, no les estaría mintiendo.Yome lapodía imaginar por el teléfono brincando de la fe- licidad. Entiendo y aprecio el esfuerzo enormísimo que se hace en su es- cuelaparaque las clases continúen con lamenor cantidadde interrup- ciones posible a pesar de que la pandemia aún no ha sido erradica- da. Me quito el sombrero con sus administradores. Sin embargo, no puedomenosque llorarporaquella población gigantesca de mucha- chos que dependen del sistema pú- blico de educación y que sigue en sus casas. No es ningún secreto que sin pandemia la educación de nuestro pobrepaísandabapor lapatade los caballos. Imagínense loqueseráen los próximos cinco o quizás diez años, que probablemente tomará que se ponga al día. Yhablo de esos términos porque creo en milagros y para que se logre en tan corto tiempo eso es lo que haría falta. ¿Qué senecesitaparaque los pa- nameños abramos los ojos y enten- damos de una buena vez que TO- DAS las desigualdades socioeco- nómicas de Panamá son producto de la PÉSIMA educación que ofre- ce el Estado a los panameños? DEL DIARIO DE MAMÁ ELLAS ENTRE NOS Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected] “ En esos veinte meses el grueso de la población estudiantil no ha puesto un pie en sus escuelas . ”

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