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34 15.10.2021 ELLAS ENTRE NOS Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected] DEL DIARIO DE MAMÁ JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA E scribo esto en el día uno de un aislamiento de quince. No, no se preocu- pen, no es Covid-19. Es aquellamariposadel cue- lloque insiste envolarmás rápido de la cuenta y se le ha tenido que dar un tatequieto. Luego de un par de años de ires y venires con esta necedad de la tiroides, final- mente me tomé una pequeña je- ringuilladeyodoradioactivoaver si con eso se tranquiliza. El asunto es que el yodo ´tran- quiliza´ en muchos sentidos. Sus propiedadesradiactivasobligana una separación obligatoria del resto del mundo. Luego de consi- derar varios destinos para vivir sola por quince días, opté pormu- darme a un cuarto que quedó va- cío enmi casa cuandomis hijos se fueron. Aquí acomodé lo necesa- rioparavivir, trabajar, comer, leer y pensar durante el tiempo en so- litario. Me quedó de lo más bien. Incluyo comer en la lista pues, co- moademáshayquehacerunadie- ta especial súper estricta, prepa- ré todas las comidas por adelan- tado y las congelé enbolsitas para solo tener que calentarlas. Entre las recomendaciones del médico estaba masticar chicles para evitar que las glándulas sa- livares se inflamaran ¡Mascar chicle, pensé! Nome gusta. No re- cuerdo cómo inició la aversión, peroesdeviejadata. Creoque tie- ne que ver con que luego de hacer el movimiento necesario por un rato me empezaba a doler la ca- beza. Y como a mí la cabeza solo me duele en modo migraña, todo loquemeacercaraaeseumbral lo descarté.De igualmanerase fue- ron los lentes de sol, el chocolate, el melón honeydew , el glutamato monosódico y otras cosillas, pero eso se los cuento otro día. Alguna vez sí fui amiga de los chicles chingongos, como los mentaban cuando era niña. En casa hacíamos competencia pa- ra soplar enormes globosque era un gusto explotar aspirándolos mientras escuchábamos el ¡pop! característico. EnEl Valle deAn- tón uno de los paseos reglamen- tarios era pasar por ´el chino´ en las tardes y comprar un real de bolonchón; ya saben, los chicles de pelota, que despachaban en- vueltos en un pedacito de papel de carnicería al cual le daban vuelta para obtener dos moños a los lados que lomantenían cerra- do. Mmm… desenvolver aquel paquetito que parecía una pasti- lla gigante era todo un evento porque se nos descubría una va- riedad de sabores y colores que uno podía, o no, calificar de favo- rita. En el colegio se prohibía con- sumir chicle, las abuelas nos re- cordaban que era “muy feo mas- ticarchicle”, a losdentistasno les fascinaba (aunque esa opinión entiendo que ha cambiado) y, bueno al final quedaban pocas oportunidades para consumo. Y como lo que no se practica se ol- vida, yomeolvidé.Mi esposo, por su parte, loAMA. Deboconfesarlesquepocasco- sas me molestan en la vida más allá de la gente ´ñañeca´, pero hay ocasiones en que está fuera de lugar masticar chicle. Ayer, porejemplo,mientrasdisfrutaba delprimerdíadeaislamiento,pu- se un programa en la televisión de esos en que hay unos anfitrio- nes que le quieren cambiar la vi- da a alguien. Bien… normalito… hasta que veo que la anfitriona masticaba chicle. ¡No, no, no! Ese noeraelmomentoniel lugarpara disfrutarde supequeñopedacito de caucho. Ya saben que soy rebelde, pero obediente, así es que hice caso al médico. Por ahora la cosa pinta bien. La próxima semana les cuento cómo cerré el ciclo. “ Debo confesarles que pocas cosas me molestan en la vida más allá de la gente ´ñañeca´, pero hay ocasiones en que ciertamente está fuera de lugar masticar chicle. ” MASTICANDO CHICLE …Y PENSANDO EN LA SOLEDAD

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