ellas_2021_08_13

8 13.08.2021 POR LA SOMBRITA ELLAS.pa [email protected] ¿ESTA FILA NO SE MUEVE? AHORA QUE TENGO MIS DOS DOSIS DE VACUNA LES VOY A CONTAR DE MI EXPERIENCIA VIP Y LA PUYADA. ROXANA MUÑOZ T eníamos tres minutos en la fila cuando detrás demí escuché a una señora abanicar su tarjeta devacunaysulfurarse: “¡estafilanosemueve!” Lamiré. No pude aguantarme y le dije: “¿Usted sabe que en otros lugares hay gente que ha es- peradocuatrohorasparavacunarse?” Me ignoró y siguió, sofocada, abanicando la tarjeta. “¡Qué ineficiencia!”, murmuró. Teníamos menos de 15 minutos de haber llegado a la escuela Isabel Herrera de Obaldía y ya estábamos a las puertas del salóndondenos pondrían la vacuna contra el coronavirus. La primera vez que fui a un centro de vacunación fue para acompañar a mi mamá, en la escuela Ricardo Miró. Eran las primeras dosis destinadas a los mayores de 60 años. El ambiente era tan entusiasta y cívico como el de unas elecciones. Cómono serlo, era un paso, uno grande, para combatir el virus. Los señores llegaron con sus mejores ropas. Algunos con sus hijos o en pareja, en carro, taxi o en busitos co- legiales dispuestos por la junta comunal. Los voluntarios los recibían desde la calle, uno ayuda- baacruzarla.Hastahabíaunafilaparapersonasmayores de80años. Laenfermeraquevacunóamimamáalcanzó a hacerle una broma, le preguntó enqué brazoquería va- cunarse y le pidió que se relajará. Mi madre pasó sus 20 minutos de reposo sin percance. Al salir le entregaron unabotellitadeagua. Atodaesaexperienciamimamá la llamó tratoVip de vacunación. Mi primera dosisme tocó en la escuela Isabel Herrera Obaldía, a las 4:00 p.m. Era el turno de los de 40 años y más. Y aunque a esa hora ya los voluntarios lucían más cansados, todoel trámite fueexpedito.Mesolicitaronmi cédula. Me pidieron esperar, sentada. Cuando sumamos seis personas nos hicieronpasar al salón de clases donde vacunarían. Después fuimos a otrosalónaesperar 15minutos. Allí enunaesquinadeun pizarrón estaba escrita la fecha 9 de marzo de 2020. El tiempo se había congelado. Ahora vuelvo a ese viernes a las 10 de la mañana po- niéndomemi segunda dosis, unmes después. Todo bien hasta que la señora empezó a quejarse. Se calmó cuando lamujer que estaba delante demí le dijo: “señora, ¿quiere pasar primero?” Al llegar mi turno la enfermera me preguntó en cuál brazo. Me pidió que me relajará y me sugirió aplicarme hielo si luegome dolía. Y sí me dolió. Luego tomaronmis datosyescanearonel códigodebarrasdemi cédula ¡qué moderno! Vi a mi gente panameña seria y eficiente en esta jor- nada de vacunación. Algunos campechanos y echando cuentos, hayquedecirlo; peroorgullososdesu labor. Los panameños somos capaces. Ver esa dedicación fue mi experienciaVip.

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