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12 16.07.2021 CAFÉ CON TECLA ELLAS.pa [email protected] @cafeconteclas MEDIA VIDA ENTRE CAJETAS QUÉ LUGAR TAN CURIOSO PARA TENER UN REENCUENTRO. SARITA ESSES L os años pasan y vamos creciendo. ¿Dónde queda el niño que un día fui- mos? Pareciera que cuando la madurez tocaalapuerta,esapersonadiminuta retrocede con gracia para darle paso al adultoqueseacercaconsusmaletas. Peroa diferenciadelascrisálidas,nuestroniñonode- saparece. Seesconde; queda latente. Con mi propia versión infantil me reencon- tréhacepocosmeses. Cuando salí de la casa de mis padres para construir la mía, empaqué todos los vestigios demi existenciapreviaencajetas. En realidad, enenormes tuppers deplásticoparaquelahu- medad no fuera desbaratando despiadada- menteni lascajasni sucontenido. Esos tuppers se convirtieron en nómadas que pe- regrinarondeundepósitoaotro, hastaque les perdí el rastro. Sabía que estaban en algún la- do, soloquenoestabaseguraendónde. No sé quémemotivó, pero unamañana de abril me puse una sudadera, me recogí el ca- belloenunmoño, ybajéadesempolvarmis te- soros donde sea que estuvieran. Encontré las cinco cajas de plástico en un depósito oscuro, queapenasabrí lapuertamehizoestornudar. Acarreamos las cajas hastami casa; no po- día contener la emoción. Remover la primera tapa fue encender un portal para viajar por el tiempo. Meencontréconvariosparesdeojos,demis muñecas que esperaron pacientes por déca- das a que volvierapor ellas. Desgreñadas, pol- vorientas, y tal vez sorprendidas, al no reco- nocer lacaraadultaque lessonreíadesdearri- ba. Misqueridospeluches. ¿Sehabráencogido la Pantera Rosa? Recuerdo que era de mi ta- maño; ahora, con tantos huecos, se veía ané- micoe indefenso.Manipulécadapiezacomosi estuvieranhechasdearena,puesestabanaun soplodedesintegrarse. Enotracajaencontrémis libros. Todasesas obras que me cobijaron por horas enteras del aburrimiento, en una época en que no depen- díamosdelatecnologíaparaesparcirnosnien- tretenernos. Fue a través de sus páginas que viajépor todoel universo. Cadaejemplar teníaunaetiquetapegadaal lomo, ya desteñida, de la tarde, hace tantos años,enquemedialatareadeenumerartodos los libros enmi casa, como si fuera una biblio- teca. En otra caja estaba mi colección completa de casetes musicales. Montones de artistas que le dieron voz a mis alegrías y me conso- laronconsusmelodías…Aunqueahorapudie- ra escuchar todas esas canciones con solo apretar la pantalla de mi celular, cómo añoré tener dónde escuchar las cintas nuevamente. Minutos después encontré mi Walkman. Las- timosamente, yanoservía. Cadaboletín,trabajoyexamendemisegun- docicloescolarestabaenotradelascajetas:Al atisbarmis5.0enespañolmefelicitéporhaber sidosiempre tanaplicada. Hastaqueencontré mis2.0enmatemáticas. En la última caja conservé con total defe- renciaabsolutamentetodoloqueenalgúnmo- mento fue especial para mí. Salvo un muñeco de Star Wars que desconozco su origen, cada pieza despertó recuerdos y me sacó una so- nrisa. Pero cuando los vinilos que trajimos de Ja- pón cobraron vida en un tocadiscos que tiene mi hijo, estas sonrisas semezclaron con lágri- mas. Es curioso cómo la letra de canciones que noentiendo,tendieronelpuenteentrelamujer quesoyylaniñaquefui.Aesaversióninocente corrí a darle un abrazo, y en bajito le susurré: “Holapequeña, teheextrañado”.

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