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29 26.03.2021 ELLAS.pa mar una familia con él. Tan pronto dejé las pastillas anticonceptivas quedé embarazada. Tuve a mi primer hijo a los 37 años. Después que nació, nopude aplicar a laprofesiónquehabía ejercido enEstadosUnidos.Mi esposo ganaba bien, perono su- ficientepara el nivel de vidaque ambos queríamos.Me sentía angustiada. Aunque siempre quise otro hijo, no podía tenerlo en esemomento. Mi ginecóloga me recomendó una inyección de De- po-Provera, que se aplica cada seis meses. Me la puse dos veces y cuando la suspendí ya nomenstruaba. No sabía que me pasaba. Vi a ocho doctores. Al tiempo empecé a sentir los sínto- masdeunembarazo.Mipruebasaliópo- sitiva, pero un ultrasonido reveló que el bebé estabamuerto. ¡Tenía tresmeses! Mehicieronunabortoquirúrgico, pe- ro mi menstruación no regresó. Tuve dos reconstrucciones de útero, pero ha- bíapasadotantotiempoentreunacosay otra que finalmente me dijeron que por mi edad había entrado enmenopausia. Me dieron alternativas, como alquilar un vientre y emplear el óvulo de otra mujer. Para mí eso era im- pensable. Además, en ese momento la ley decía que el hijo le pertenece a lamujer que lo pare.Me habría gus- tado tener otro hijo, pero los tratamientos fallan. Tie- nes que saber seguir tu intuición. SYLVIAYDAVID Desde niña soñaba con una familia numerosa. Fui- mos seis hermanos. Crecí entre risas, llantos y gue- rras. Quería hacer esos recuerdos. Deseaba tener tres o cuatro hijos. Estudié mucho para tener un trabajo con un salario digno, y conocí a esa persona maravi- llosa que compartió mi sueño. Al casarnos nos propu- simos cumplirlo. Con el paso de losmeses no ocurrió na- da, pero éramos jóvenes. A los dos años, fuimos a nuestra primera clínica de fer- tilidad. Todo parecía bien en las pruebas. Yo tenía la reserva ovárica bajita, mis ci- clos eran cortos, nada preocupante. Nos hicimos un primer tratamiento de repro- ducción asistida, estábamos emociona- dos, pero no resultó. Luego otro, y tampo- co. Cambiamos de clínica varias veces. Oí- mos a otras parejas y a otros otros especialistas. Fue- ron pasando los años y los tratamientos. Demasiadas hormonas y cicatrices.Muchas risas fingidas yningún positivo.Sueloseralegre, peroel tiempohacíamellaen mí. Inventaba excusas para no asistir a cumpleaños y a otros encuentros socia- les. Solo me provocaba estar en casa, co- cinando, escribiendo, pintando. Suerte quemi esposome acompañó. Vi que seme iba el tiempo y volvimos a una de las clínicas dondemejor nos hicie- ron sentir. El tratamiento requería de va- riasesperas, así esquenosplantamosuna fecha, esperanzados y a la vez cautelosos. Hicimos la transferencia de dos embrio- nes. A los pocos días empecé a sentirme mal. Nuncame había sentido así. Una vez más pensé que algo fallaría. Me hice una prueba de embarazo y, cuando vi lo resul- tados no podía parar de llorar y de reír. El día se me hizo eterno hasta que llegó mi esposo. ¡Once años y por fin nuestro pri- merpositivo!Estamosasustadísimos,pe- ro es la primera vez que se me escapan sonrisas y no lágrimas. CONOCER Y EXPRESAR LOS MIEDOS E INCERTIDUMBRE AYUDA A QUE LOS TRATAMIENTOS MÉDICOS SEAN MÁS LLEVADEROS.

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