ellas_2021_01_15

10 15.01.2021 CAFÉ CON TECLAS ELLAS.pa [email protected] @cafeconteclas SARITA ESSES HOLA, COVID TE ESQUIVÉ CON ÉXITO POR 10 MESES, PERO AL FIN NOS ENCONTRAMOS. H ubo un intercambio de mi- radasyluegounaexplosión de risas. Estábamos cenan- do el 30 de diciembre y le pregunté a mis hijos que quélesparecíasi compraba dulces y bebidas para hacer un “Sweet &Drinks”encasalanochedel31. “¿Acaso hay un plan mejor?”, dijo unoriéndose. “EsteAñoNuevovaaser el peorde lahistoria”, dijootro. Pues loquepasóacontinuaciónvie- neaenseñarnosanoquejarnos: lasco- sas siempre pueden ser mucho mejor, perotambiénunpocopeor. Unahoradespuésllególallamadade otro de mis hijos, que estaba donde el papá, a contarme que la prueba que se hizo el día antes, por un “resfriado”, le saliópositivaporCovid-19. Eracuestióndetiempoparaqueesto pasara. En mi cabeza, el Covid es un ejércitoenemigoquevienedetodas las direcciones, galopando en caballos a todavelocidad. Afortunadamente, mi hijo se sentía bien.Eldetalleestabaenqueesedía, los dos hermanos que cenaron conmigo, estuvieronconéldondesupapá, locual meolíaamalasnoticias. Siguiendo las recomendaciones del Minsa, todos los afectados entraron en aislamientopreventivo. Si unahoraan- tes, el prospectodeAñoNuevoparecía terrible, pues se acababa de poner peor. Mientras tanto, Gabriel, de 10 años, me llamabapor sucelular. Yono lecon- testaba, porque estaba hablando con mi hijo positivo, con su doctor, mi doc- tora naturista y la comisión comunita- riaparamanejodeemergencias, todos alavez,yyoenmodo‘controldecrisis’. Peroalversuinsistencia, respondí. “Mi rey, ¡estoy en la casa! ¿Por quéme es- tásllamando?”,ycuandoleescuchésu vocecita,mi corazónseablandó. “Ma, ¿qué está pasando?”, me dijo con voz llorosa. De una vezme fui a su cuarto, donde estaba atrincherado. Si notuvieragavetasabajo,segurosehu- bieraescondidodelCoviddebajodesu cama. “¡Yo no quiero que me dé Covid!”, decía. Traté de calmarlo, diciéndole que en el caso improbable de que se contagiara, sería leve, como el herma- no. “¿Cómo sabes quenovaapasar lo quetúyasabesquepuedepasar?”, re- puso, ynosupesi reíro llorar. Para hacerles el cuento corto, Ga- briel empacó sumaleta…y semudó al otroextremode la casa. Se llevó su ro- pa, toallas, marcadores, tableta, man- tita, almohadas y cables lo más lejos que pudo de su cuarto y el de sus her- manos.Esepelaítonoibaacogerchan- cederespiraroinspirarunCoviderran- te. Por dos semanas fue usuario demi bañoydemásfacilidadesdemi cuarto. Parecíaunrefugiadoen lasala. En cuanto a sus hermanos encuar- telados, me sentía como una gendar- me en la cárcel, llevando bandejas de comida, barras de jabón y papel higié- nico, y depositándolos a la puerta de susceldas, quedigo, cuartos. Encuantoa lanochedeAñoNuevo, Gabriel y yo lo recibimos en el balcón, yoconuncaféyélconunaCoca-Cola.A las 12 grité “¡Feliz Año Nuevo!” y él me contestó“¡Jumanji!”

RkJQdWJsaXNoZXIy Nzk3OTIx