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30 27.11.2020 ELLAS ENTRE NOS Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected] DEL DIARIO DE MAMÁ PARA LA POSTERIDAD JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA E nel siglopasado, elXX, aquel quealgunavez lució modernísimo, cuando las parejas se casaban “escogían” algunas cosas para que los invitados al evento les regalaran. Aun- que, pensándolo bien, en general era la no- via (y a veces su mamá) quien se ocupaba de esos me- nesteres y los novios poco opinaban. Uno de los puntos que solían tomarse en cuenta al momento de hacer la escogencia era que las cosas tuvieran larga vida. Es decir, que uno no se aburriera de ellas, que se pudieran usar una y otra vez y que, en el mejor de los casos, los hijos pudieran heredarlas. Estosprincipios seaplicabana todo: a lavajilla, a los cubiertos, a la cristalería, a losmuebles, cuando se pu- dieran comprar, a las alfombras si es que alguna vez se podían comprar, en fin, a todo lo que la pareja fuera acumulandoatravésde losaños.Muchasveces losma- gros presupuestos impulsaban viajes a casa de los pa- dres, abuelos y otros familiares cercanos para revisar “escondites” dedondepodía sacarse algúncachivache que estuviese en desuso y que con una mano de lija y pintura/barniz se pudiera revivir. Y así, poco a poco, los hogares se iban poblando de artículos que no solo ocupaban espacio físico, sino que iban llenando las páginas de historias y anécdotas fa- miliares en los libros del corazón. El baúl chino de la abuela y la mecedora que había arrullado a todos los hermanos compartían chismes entre ellos. Y en di- ciembre invitaban al nacimiento a unirse a la tertulia. No se quedabanpor fuera todos aquellos adornos para el arbolito que los niños confeccionaban año tras año con palitos de paleta y fotos desteñidas. Y si bien en ciertas épocas subía el volumen de las conversaciones porque el número de invitados era grande, siempre, siempre, siempre se estaba escuchando algún cuento. Elotrodíaestababrujuleandoenunodelosmuebles demi comedoryal sostenerunade lashermosas copas que me regalaron cuando me casé en el año del ‘pum’ sentí tristeza pues desde hace años no las uso para su propósito original que era servir agua y vinos pues los tamaños de lo que se usa para estos menesteres han aumentado tantoquemis copasde los setentaparecen del país de los enanos al lado de las que ‘hay’ que usar ahora. Y lomismo les sucede amis platos y demásme- naje demesa. Sé, comoqueme llamoJulieta, que cuandomemue- ra ninguno de mis hijos estará en fila para llevarse mi mesade comedor ymuchomenos lapeinadoraque tie- neunmillónde años o elmueblequeusode escritorioy que data del año 1945 aproximadamente y que nació como pieza para uno de los baños en la casa que es- trenabami abuela enBellaVista. Porque ahora todo es diferente.Lossofásnosetapizanporquemuchasveces salemáseconómicocomprarunonuevoy…nosé…¿bo- tar el viejo?Ovenderlo. Yyo que vengo sentándome en el mío desde 1977 y nunca he tenido que ahuyentarle una polilla. Y no puedo decir lo mismo de los que lle- garon después. En conclusión, todo es desechable, no solo los platos de cartón de los cumpleaños. Les recuerdo lo que ya alguna vez les dije hace mu- chos años: repítanle a sus hijos sus historias familiares muchas veces, funcionamejor si ven fotos simultánea- mente. Así, aunque no le cuenten jamás a su descen- dencia que en aquellamecedora que está en la esquina del cuarto su tatarabuela rezaba cada mañana, por lo menos sabrán de la tatarabuela. “ Sé, como que me llamo Julieta, que cuando muera ninguno de mis hijos estará en fila para llevarse la peinadora que tiene un millón de años ”

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