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10 13.11.2020 CAFÉ CON TECLAS ELLAS.pa [email protected] @cafeconteclas GRACIAS SEÑORA CARMEN SARITA ESSES A l pasar las páginas en la enciclo- pedia mental de mis remem- branzas,encuentroconfacilidad el día en que conocí a la señora Carmen.Mihijomayoribaacum- plir su primer año al día siguien- te,ymisegundohijoeracomounasandíape- sada dentro demi barriga. Con pies hincha- dossubílasescalerashacialaagenciadeem- pleo que quedaba en el segundo piso de un edificioviejoenlaVíaEspaña. Apesardequejamásnoshabíamosvisto, apenasmisojos seposaronsobresupeque- ñafigura,encontréensurostrounacualidad familiar, casi maternal. Tal vez porque atrás de su mirada había un eco de quien en mi infanciafuemi nana. Varias muchachas habían entrado y sa- lido de mi casa como si tuviera una puerta giratoria. Pensé que tal vez contratar a una señoramaduraseríaunadecisiónmásacer- tada, aunque en el fondo temía que no aguantaraelritmoquelaposiciónsolicitaba. Peroal díasiguiente, yaenmi casa, descubrí que atrás de su andar pausado, se cobijaba un espíritu noble e infatigable. Por los pró- ximos diez años Carmen fue un híbrido ejemplar entre ama de llaves, mano dere- cha, discretavigilanteyabuelasuplente. Cuando pienso en ella, sobresale cuánto se preocupaba por que yo me alimentara bien durante mi embarazo, un cuidado que luego extendió a mis hijos. Parece mentira quehubounaépocaenqueelloscomíanlen- tejas, y fuegraciasaella. Hace 20 años yo era unamamá inexper- ta. Cuando de bebé mis hijos enfermaban, Carmenalternaba sus brazos con losmíos y juntas nos desvelábamos. Años después, cuandoestabaencintaconmismellosytuve una cirugíadeemergencia, fueellaquien se quedóadormirconmigoenel hospital. Nunca se loadmití ami hijo, peroel díaen que lo reprendí por haber intentado llevar a la escuelaunapistolitadebalines que supa- pá le había comprado, fue porque Carmen, mi eterna cómplice en los retos de lamater- nidad, lohabíadelatado. Ahora, diez años después de que semar- chódemicasa,susllamadasdesdeColombia en julio, octubre y marzo eran usuales para felicitar amishijosensus cumpleaños. Tam- bién los paquetes de Bon Bon Bum que re- partíacuandoveníadevisita. Lasemanapasada,cuandomellamarona contarmequeCarmenfuehospitalizadaallá ensutierratrashabercontraídoCovid19, te- mí lo peor, pero rápidamente descarté mi preocupación. Carmen, que se levantaba con los primeros rayos del sol y aún se le es- cuchaba trasteando en la cocina cuando las luces de la casa yaestabanapagadas; laque teníamás fuerza en sus brazos que yo enmi cuerpo entero; la que sacó cubetazos de agualavezqueunatormentainundómicasa y estrujaba las toallas hasta que quedaban casi secas, es una guerrera que no iba a do- blar larodillaanteunenemigo invisible. Cuánto lamento haberme equivocado. El domingo en la noche, tras días con un pano- rama progresivamente desalentador, pero siemprecon lasuñasaferradasa laesperan- za, recibí elmensajedesuhija, quienconpa- labras simples, pero demoledoras, me dio la noticia de que su mamá murió a las 8:05 p.m. Empecé a escribir estas líneas con triste- za. Las despedidas afligen y lamuerte es in- diferente. ¿Pero saben algo? Las culmino con el consueloque encuentro entremis re- cuerdosypalabras.HastaelcieloCarmen,un abrazoygracias. NO FUE UNA SOLO UNA NANA, FUE PARTE DE NUESTRA CASA.

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