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42 30.10.2020 ELLAS ESPECIAL CELESTE Envía tus inquietudes y preguntas a: [email protected] DEL DIARIO DE MAMÁ ‘CAMINANDO Y CAMINANDO... QUE DIOS SE LO VA MANDANDO’ JULIETA DE DIEGO DE FÁBREGA C uando era niña siempre escuchaba a mi abuela cantando ese estribillo, sobre todo cuando los niños empezaban a caminar e iban medio patulecos con las manos arriba mientras un adulto acostado en el piso lo es- coltaba en su aventura. O, en ocasiones le sostenía aquellos brazos levantados para que los pasos fueran más firmes, si es que se podía añadir firmeza a dicho ejercicio. Sin embargo, el proceso de aprender a caminar no es el eventoprincipal de estamemoria sinoel cantitoel cual no solo repetí amis hijos sino tambiénamis nietos cuando se presentó la oportunidad. No tengo que de- cirles que mi abuela lo entonabamuy bonito y amí me sale como me sale, pues ya saben que el canto no es lo mío. Como todo lo que conozco en la vida quiero conocer más sobre esta línea, pero mis búsquedas han sido in- fructuosas. Si alguien sabe de qué canción, poema o invención proviene agradezco me lo cuente. Solo por ponerleganchitoa lapreguntaqueaunrevoloteaenmi mente. Pero, como también saben ustedes, a mí las memo- rias nome visitan solas, no señor, ellas siempre vienen agarraditas de la mano con otra, que probablemente tienealgoquever conuneventomás cercanoo, incluso presente. Así pues, el otro día hablando con alguien reviví aquel tramo tan horroroso queme tocó comple- tar entre Ventosa y Santo Domingo de la Calzada. Son unpocomás de 31 kilómetros y, hasta esemomento, las etapas consistían de aproximadamente 20 a 25 kiló- metros. Ustedes deben estar pensando que 5 kilóme- tros más no es nada, pero cuando uno anda solo por aquellos cerros créanme que una o dos horas más se sienten. El casoesque el pueblodeSantoDomingoamenaza con estar muy cerca cuando en realidad no lo está. Se empieza a ver cuando todavía nos faltan un par de ho- ras de camino y eso es lo que más afecta la psique. En aquel momento de desesperación en que pensé que no tendría fuerzas para llegar, me encomendé a la Virgen y todo su séquito de santos y le pedí que me ayudara a dar “un pasomás”. Y así de uno en uno continué hasta que llegué a lameta, llorando en soledad. Cuandohablabaconmiamigadetodoesterollodela pandemia/confinamiento y demás incomodidades co- mentamos que esto hay que vivirlo un día a la vez, que no podemos darnos el lujo de desesperarnos porque como dicen por ahí “el que se ofusca, pierde”. Y, claro, ¿Cómo más se puede vivir esto? Como se vive la vida, como se llegaal final deunsendero: unpasoa lavez.No hay otra forma. Habrámomentos enque los pasos podremos darlos más seguiditos, casi corriendo, sin embargo, luego de muchos años en esta carrera he llegado a la conclusión de que cada paso bien pensado es más efectivo y pro- ductivo que uno dado a lo loco. Sé que esto, la pandemia, es posible que haya sido más duro para la gente joven. Ese grupo de personajes llenos de energía que no ha desarrollado todavía la vir- tud de esperar. Que actúa muchas veces impulsiva- mente sin considerar que cada uno de sus “pasos” (en este caso sinónimo de decisiones) no solamente los lle- vará a ellos a un destino, sino que también afectará a terceraspersonas conquienes, dealgunauotra forma, tienen contacto. Es triste no ver a la familia, no abrazar a los hijos y nietos, pero definitivamente es más triste abandonar esta tierra para no verlos nunca más. Así lo veo yo. Y quizás, dentro de todo lo “malo” que solemos listar cuando hablamos de la pandemia (de la cual juré no escribir, pero escribo) hay algunas cosas que valdrá la pena rescatar. El desarrollo del músculo emocional, tannecesarioy tanescaso enestos tiempos, podría ser una de las buenas. “ Y quizás, dentro de todo lo “malo” que solemos listar cuando hablamos de la pandemia (de la cual juré no escribir, pero escribo) hay algunas cosas que valdrá la pena rescatar. ”

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