ellas_2020_09_25
8 25.09.2020
[email protected] @cafeconteclas PISADAS EN MI CARA NO TODAS LAS ARRUGAS SON PARA BORRAR. SARITA ESSES E l comentario fue tan inocente como el acto de retirar el tapón de una tina con agua reposada. Cuando ves que es succionada en un despiadado remolino por el desagüe, es que se aprecian lasrepercusionesdealgoqueasimplevis- taparecíabanal. Era una tarde cualquiera y yo jugaba con mi hijo en su cama. Fue durante el tiempoenquemivisitanoerasimplemen- tebienvenida, sinosolicitada. Entre cuentos, cosquillas y relajo, mi pequeñomedijo:“Mami,¡tienescallecitas entucara!”, yclavósudedoregordeteen- tre las líneasqueseformanenmi frente. Recuerdoamimamácitandoaalguien enfrancéscuandoyoerachiquita. “Lavé- ritésortdelabouchedesenfants”,decía,y sí, sabemos que los niños dicen lo que les salga, pero ¡ouch!, avecesduele. Ese fue el primer indicio de que los be- neficios del botox serían bien aprovecha- dosenmipersona,perodilaté hacerlo por años. Mientras, escondía las carreteras que recorrían el área con una es- tratégicagalluza. Pero no hay pena en ayu- darse un poco. Envejecer con gracia no significa descartar los recursos creados con ese propó- sito. Y después de todo, también mepinto lascanas. Así que adelantomi historia a la citaeneldoctor.Ahísentadaenuna silla que parecía lista para propul- sarme al espacio, él fue marcando lospuntosdondeme ibaa inyectar. “Doctor, dale con confianza”, le dije, “pero te advierto que no quiero ter- minar con las cejas que parezcan anzue- los”, recalqué. Y con esa amenaza empe- zóapuyar. Todo ibabienhastaquemeentregóun pequeño rodillo frío y me mandó a pre- sionarlo en los costados de mis ojos. “¿Eso como para qué?”, lo interrogué. “Vamos ahora con tus patitas de gallo”, respondió. “Dale de aquí”, pensé, pero lo que le contesté fue “Me temo que eso NO va a pasar”. Lasarrugasmehacenpensarentodas las veces que hemos fruncido la cara en dolor, amargura o preocupación. Son las huellasconqueeltiempovamarcandosu pasopornuestrasvidasyrostros. Sin embargo, las patitas de gallo evo- can disimuladas sonrisas y estrepitosas carcajadas. Son felices mementos de las alegrías que han hecho brillar nuestros ojosylamadurezconquehemossidopre- miadas. Hace unas semanas, antes de ajustar otro cumpleaños, fui donde un nuevo ci- rujano. “Nome toques las patitas de gallo”, le dijeantesdequeempezara. “En los 15 años que tengo aplicando botox solo una personamásme ha dicho eso”, expresó sorprendido. Me reí para mis adentros. En las pocas veces que me he puesto botox, él es el se- gundo doctor que ha tra- tado de borrar las ale- grespisadasquehade- jado el tiempo en la pistadebailequees mi cara. CAFÉ CON TECLAS ELLAS.pa
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