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29 28.08.2020 ELLAS.pa por: Marianela Preciado fotos: Cortesía V engodeLasEsclavas, lade losaromas diversos por la fábrica que teníamos en frente, la que tenía un kinder que eraunranchitoyen laque lasmisasse dabanenelsalóndeactoshastaquese construyó la iglesia. LasEsclavas que tenía una gruta de piedra con una virgen, an- tes de bajar al gimnasio, donde tomábamos distancia, jugábamos vóleibol y saltábamos las gradas. Lleguéausareluniformeblancoconelzip- per aun ladoyel pin, y los zapatosbicolorque a mi mamá no le gustaban porque era un lío ponerles betún. En segundo grado cambia- mosa lafaldaescocesa, a lascamisasblancas, que nos almidonaban, y a los zapatos negros. LamadreEsperanzanoshacía losuniformes. Había tiempo para ello. En Las Esclavas que yo fui pagábamos el colegio a través de una ranura que daba a un buzón para la madre Tita, quien llevaba las cuentas. Quedaba al lado de la Portería, don- de no podíamos entrar, pero entrábamos. En Las Esclavas mía aprendí a leer, escri- bir y a tener amigas. Aprendí la importancia de la justicia so- cial con lamejor instigadora, lamadreMarta y sus castañuelas. No recuerdo esa cara sin una sonrisa. Transmitía amor cuando habla- ba de lasmisiones. Existíael cuartitode lamadreConcepción ¡Ay!, La madre Concepción. No tenía ni que regañarnos, bastaba una mirada que ni le veíamos porque usaba lentes oscuros. Sin embargo, nos peleábamos por ir a conversar con ella a su cuartito, donde siempre había brisa y tranquilidad. Ella sonreía. Copiábamos, con tiza en el tablero, planes eternos, que había luego que aprender. Te- níamos una cartuchera con lápiz, borrador, sacapuntas, pluma azul y roja, y una reglita para subrayar. Si se nos quedaba algo, se lo pedíamos a la compañera de al lado. Podría escribir un libro sobre Las Escla- vas de mi juventud, sin embargo no es la in- tención. Algo hay en Las Esclavas, un hilo fino e in- visible, pero fuerte, que une a quienes tuvi- mos la suerte de estudiar allí. Al punto que cada año volvemos a hacer algo juntas. Yo no puedo imaginar un negocio más re- dondoqueLaChichita: nosmantiene unidas, divertidas yayudamos al CentroJuvenil yBi- blioteca Las Mañanitas. Cada año, cada pro- moción pone más ímpetu en hacer una expe- riencia inolvidable. La promoción 1990, desde el día siguiente LACHICHITA, AHORAVIRTUAL La promesa de las egresadas de Las Esclavas es siempre hacer algo juntas y ayudar a otros. Lo hicieron en pande- mia. Una estudiante de la promoción de 1976 escribe sobre lo que esto significa. de laChichita del año pasado, se propuso bri- llar. No imaginaron pasar a la historia como las que lograron la primeraChichita virtual. Osea, chi chi ta vir tual. Habrían podido decir sencillamente: Este año no se hace. No se puede. Hay pandemia, cuarentenay todas esas cosas. Pero, de todas maneras, la hicieron. Yfue ladeterminacióndeestaspelas’ de la promo1990,suconviccióndequetodosaldría bien si lo hacíamos conamor, que lo lograron. No permitieron que pasara este año sin vol- ver a hacer algo juntas. Lucharon contra los peros, el terror a la tecnología y el peor mo- mento económico. Se pararon firmes frente al reto de celebrar con alegría, en medio del luto, recordándonos que siempre habrá que ser valiente, sobretodo para reír, bailar y ce- lebrar. El propósito primordial es recaudar fon- dos para nuestro Centro de Mañanitas, pero tam- bién celebramos nuestras memorias. Recuerden: el hilo fino, invisible y fuerte del que les hablé. Esta Chichita 2020 pa- só de ser una interrogante a un éxito. Seguimos aprendien- do, compartiendo y te- niendo el privilegio de no temer la lucha en la vida, porque todas sabemos orar.Nuestramarchaserá decidida con el lema Dios, Patria yHogar. Ana Iovane, de la promoción 90, pasa el sombrero virtualmente a la siguiente promoción. REENCUENTRO

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